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Publicado en Clarín, Buenos Aires, 29 de Diciembre de 2009

UNA MUJER LUCHADORA QUE LOGRO SOBREPONERSE A UNA INFANCIA MÁS QUE DIFÍCIL


Murió Mónica Carranza, creadora del comedor "Los Carasucias"
 


Sibila Camps

Por si las fechas sirven de consuelo, Mónica Carranza, desprendida de la vida el Día de los Santos Inocentes a causa de un cáncer de útero, había nacido el 14 de febrero de 1946, en el barrio de Parque Patricios. "El día de los enamorados. Justo ella, que dio tanto amor", apunta su hijo Roberto (33), con el dolor atenuado por los buenos recuerdos.

Tercera de once hermanos, vio desgajarse a su familia a los 9 años cuando, tras la muerte del padre, los subieron a un micro y fueron dejándolos a cada uno en un internado diferente. Mónica no lo resistió y se escapó, inicio de una sucesión de institutos de menores, fugas, calle, comisarías, y de nuevo la calle. Y siempre buscó mantener unidos a los hermanos. En esos años comió de la basura y durmió en cajas. El hambre, el frío y los golpes le tatuaron el alma. A los 12 años, una violación terminó de despegarla de la infancia.

Pero fue también entonces cuando conoció a José, a quien definió como el amor de su vida. "Tenía 15 años y era un chico de estudio; fue él quien le enseñó a leer y a escribir, porque mi mamá nunca fue a la escuela –recuerda Roberto–. Fue el primero que le hizo una caricia, el que le enseñó el amor. Ella me contaba que era como un animalito, y que el día en que le dio un beso, salió corriendo; y él detrás, diciéndole 'Yo te amo, Mónica'".

Era adolescente cuando quedó embarazada de Carmen. Pese a no ser José su padre, se hizo cargo de la nena, a quien crió su familia.

Mónica salió adelante trabajando duro. En Villa Cartón (Soldati), donde vivía, se juntó con Roberto Zuccarino, con quien se conocía desde que eran chicos. De esa pareja nació en 1976 su hijo Roberto. "Mi viejo tenía un quiosquito. Convivieron cinco años, pero siguieron teniendo una relación buenísima".

Hace 25 años formó pareja con Beto. Se establecieron en Mataderos, en una casa con un departamento en la planta alta, que quedó vacío. Beto trabajaba en la fábrica de cocinas Volcán, Mónica vendía ropa por el barrio, su hijo estudiaba en un secundario privado, el Instituto Las Nieves.

"Teníamos la platita para irnos a Cuba, hasta que a Beto lo operaron de una hernia y tuvo que quedarse en casa –evoca Roberto, entonces de 13 años–. Golpearon a la puerta: eran tres chicos que venían a buscar su comida. Mi vieja no nos había dicho nada, y nos macaneó que les daba de comer a cinco chicos. Subimos a la planta alta y había como 40. Ahí me sentó y me contó la historia de una negrita de la calle, a la que violaron, y que después fue madre de familia ... 'Y esa negrita soy yo'. La entendí pero no la apoyé: yo tenía una vida común, y de pronto empezó a venir tanta gente, que había dos cuadras de cola. Comenzamos a dar de comer en la plaza".

En 1991, el viaje a Cuba se convirtió en un galpón y una hipoteca, origen del comedor "Los Carasucias". Pasó años revolviendo las ollas, desatándose el delantal para ir a buscar provisiones. La demanda fue creciendo, hasta tener más de 1.500 bocas de todas las edades. Un día, uno de los hambrientos fue el hombre que la había violado a los 12 años. "Fue varias veces, pero ella nunca le dijo que lo había reconocido. No tenía rencor con nadie".

Mónica fue por más. Fundó un hogar para madres solas. Montó un taller de costura junto al comedor. Levantó un hogar para 200 niños, que no llegó a inaugurar oficialmente. Al Instituto Alexander Fleming, donde murió ayer a la mañana, llamó en los últimos días "gente de todos los partidos políticos, ofreciendo ayuda", contó su hijo. Agregó que aún estando enferma –la habían operado hace cinco meses–, "hasta el final siguió adoptando chicos: en su casa estaban viviendo 15 personas".

Sus colaboradores y familiares, muchos de sus incontables hijos adoptados y de los desharrapados a quienes les rebajó el hambre, se acercaron desde ayer a la casa velatoria, en Basualdo 257. Y hoy a las 10 terminarán de despedirla en el Cementerio de Flores.


http://www.clarin.com/diario/2009/12/29/sociedad/s-02109557.htm

   
 
   
 

Una obra que continúa


 

Mónica Carranza no llegó a inaugurar formalmente el hogar para niños que había levantado en Pontevedra, partido de Merlo. Tiene 10.000 metros cuadrados y capacidad para más de 200 niños, desde recién nacidos hasta los 12 años. Su hijo Roberto reveló que ya tenía unos 70 ocupantes, "chicos abandonados, o a los que la mamá va a ver una vez cada tanto".

El edificio cuenta con dos plantas. Quincho, patios, cancha de deportes, vitrales, enumera Roberto. "Un hogar hermoso, con todos los lujos. Con piso caliente", subraya. Así llamaba a la losa radiante su madre, quien durante su infancia y su adolescencia dormía en el frío de umbrales y veredas.

Ya estaban trabajando allí, entre otros especialistas, un equipo de psicólogas, médicos y profesores de gimnasia. Mónica Carranza se había preocupado además porque estuviera cerca de una escuela, adonde ella nunca pudo asistir.

"Teníamos una conexión espiritual y de amor única. En la madrugada, cuando estaba agonizando, me agarró fuerte la mano y me dijo que me ocupe y que no descuide Los Carasucias. Voy a intentar terminar con Beto, su compañero, las cosas que ella empezó", promete su hijo, quien es bailarín de tango.