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Publicada en diario "Clarín", Buenos Aires, 04 de Mayo de 1986


“Canario” Luna, el alma del conjunto


Con su vozarrón inconfundible, con su facha proletaria, “Canario” Luna es el prototipo del murguista. Como que lleva 34 años integrando murgas, entre las que se cuentan Compases de Negro, Los Humoristas, Saltimbanquis, Don Timoteo.

En un par de trazos define su vida: “Mi viejo se fue cuando yo tenía 5 años: era Navidad, fue a comprar cigarros… y nunca más. Cuando supe que se había muerto, me alegré mucho, porque mi padre me sirvió sólo para un documento. En cuanto a mi madre, sufrió mucho conmigo: una mujer criada sin conocer a sus padres, sin saber leer ni escribir, que tuvo su preocupación por lo menos para darme un poco de estudio y dejarme una cosa que llevo muy profundamente conmigo: «El que dice la verdad, no merece castigo»”.

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Murgas uruguayas, la voz del pueblo
 


Sibila Camps

“Es irreverente, rebelde, irrespetuosa. Es un pedazo de cultura en bruto, que le pega en el pecho al tipo que la va a escuchar. Al que está acostumbrado a meterse en un teatro para 150 personas le choca un poco; pero para la abuelita y para el jubilado, para el tipo que está acostumbrado a laburar diez, doce horas, y que va al tablado porque es su único entretenimiento durante todo el año, es la murga. Ahí busca todo: busca teatro, canto, expresión corporal, escenografía, vestuario, color, estética… todo. Sin saberlo, pero lo busca ahí”.

Así define Raúl Castro, libretista de Falta y Resto –una de las murgas más importantes en la larga tradición uruguaya, que se presentó anoche en el estadio Obras–, esta expresión de profundo arraigo popular, una de las manifestaciones interdisciplinarias más completas.

“La murga llegó a Buenos Aires a fines del siglo pasado, y quedó medio pren-didita en el aire, más europea que en Montevideo, donde calzó más –resume Castro–. Ahí llegó en 1906 La Gaditana, una zarzuela española, de Cádiz. Se quedaron sin guita para los pasajes de vuelta, y salieron a hacer murga en la calle, disfrazados, pintados, con instrumentos de diferente tipo. Después apareció Los amantes al Engrudo, la primera murga uruguaya, y un montón de murgas clásicas, algunas de las cuales todavía existen”.


Un canto de multitudes

Castro recuerda que la murga fue muy marginada por pertenecer a “un canto contestatario de honda raíz popular, que no puede ser circunscrito a un teatro para 300 personas. Es una forma de arte que se expresa en el carnaval uruguayo y que llega a un promedio de mil espectadores por escenario, haciendo –por ejemplo, Falta y Resto–, 225 actuaciones en el último carnaval. En una ciudad que tiene un millón y pico de habitantes, es casi un 10 por ciento. Y llega a todos los estratos, sobre todo a los más humildes”.

Falta y Resto es un buen ejemplo. Fundada en el invierno de 1980, cuenta con veinte integrantes: hay quienes trabajan en una ferretería, quienes están empleados en la Sociedad Española de Socorros Mutuos. Como afirma “Canario” Luna, un obrero portuario destituido en 1976, “somos todos obreros concientizados en la lucha del pueblo. La murga habla, la murga canta –explica–, la murga dice cosas que por ahí otros sinvergüenzas no se animan a decir”.

“Canario” Luna tiene una especial sensibilidad para traducir el espíritu murguero: “Tenemos que salir a comunicar nuevas cosas, a hablar con nuestros hermanos, a decirles lo que padecemos nosotros y que nos digan lo que padecen ellos, para comprendernos y ayudarnos más. La murga evolucionó en muchas cosas, pero en mi tierra, desgraciadamente, el ser murguista recién ahora se está entendiendo; antes había tipos que no sabían leer ni escribir, o que eran borrachos, y ser murguista era lo peor. Ahora, cuando empezamos a pulsear la cosa (la primera que salió fue La Soberana, luego Araca la Cana), los uruguayos empezaron a entender que la murga tiene que servir, y sirve… Porque cuando se precisaba para una obra de caridad, siempre hubo una murga; un cuadro de fútbol precisaba un himno: siempre hubo una murga; si había que darle sangre a alguien, si un niño se iba a operar a los Estados Unidos, siempre hubo una murga”.


La “cocina” de una murga”

Si Falta y Resto funciona como una cooperativa en la que todos tienen el mismo puntaje, la igualdad también se da en la elaboración de los espectáculos. Cualquier integrante aporta una idea para un cuplé, que se discute en conjunto y que luego el libretista trabaja dentro del marco musical, para encajarlo en la métrica del tema y para darle rima. Esa primera versión es sometida a ensayos que, en el caso de Falta y Resto, son abiertos al barrio. La reacción de este público –“la hinchada”, como la definen– da lugar a nuevos cambios. Luego, cuando el espectáculo sale a los tablados del carnaval, continuará sufriendo modificaciones.

La tradición murguera utiliza melodías ya conocidas, de todo tipo. Falta y Resto comenzó, en 1982, a hacer sus propios temas en forma completa, hasta que en 1985 produjeron íntegramente la presentación y la despedida. “Uno de los resortes de la murga es el envase de la música –explica Castro–, y no se puede perder totalmente. Utilizar una música no siempre equivale a plagiar: a veces implica cambiarle el signo, como cuando tomamos música de jingles”.

Preparar ese espectáculo llega al grupo unos dos meses, algo que no es fácil, teniendo en cuenta que ninguno de los integrantes puede vivir de la murga. “En carnaval, que es nuestra ‘zafra’ –comenta Castro–, sacamos en un mes el equivalente a 400 australes; pero el promedio mensual del resto del año es poco más de la décima parte”.

“Sacamos pa’churrasquear –afirma “Canario” Luna–. Cuando empezamos era difícil, pero ahora que tenemos seis años de estar juntos, las cosas salen bien. Nos preocupa más el tipo humano del que viene a la murga, porque el que se va, es porque no comprendió a Falta y Resto. Tratamos de traer, no al tipo que cante bien y que no tenga corazón, que no tenga sentimiento por lo que cantamos, por lo que vivimos. pretendemos un compañero que cante un poquito menos, pero que sea humano”.


Comprensible para todos

“La murga, de por sí, es la voz de la calle, de la crítica y de la sátira social, fundamentalmente en la forma en que se hace, muy entendible para la gente –sintetiza Castro–-. Murga no es solamente pintarse la cara y cantar: es una forma de andar. Todos los tipos que realmente fueron populares y que quedaron, que no fueron moda, esos tipos tienen espíritu murguero. Y esta generación lo está comprendiendo. Hay una cosa distinta, que la podemos levantar como una bandera”.

“Las letras de Raúl Castro siempre dan a pensar –reivindica “Canario” Luna–: el Arroz con leche no lo podés cantar más; A la rueda rueda, tampoco; que el lobo se comió a Caperucita Roja, tampoco”. Ese ha sido el espíritu con el que se gestó Falta y Resto: como evoca Castro, “como necesidad de un grupo de gente de hacer algo que fuera muy popular, pero que diera la óptica, en un momento muy oscuro de nuestro país, de un canto diferente, pero en el género murga, porque entendemos que es el más popular desde hace muchos años en el Uruguay. Es una cultura de avanzada, un trozo de canto contestatario nuevo que forma la parte uruguaya del canto latinoamericano que se está creando, basado en la mezcla de raíces europeas y latinoamericanas, pero sobre todo mirando para adelante”.